jueves, 24 de mayo de 2012

Enigmas de la Antiguedad


El Samarangana Soutradhara es una colección de antiguos manuscritos hindúes, escritos en una época perdida en el tiempo, hace millares de años. Nada menos que 230 páginas de esta colección son dedicadas a los sistemas de construcción de los “vimanas”, las naves que volaban millares de kilómetros a altísima velocidad.
Según el Samar (otra colección), los vimanas funcionaban con la “potencia latente del mercurio caliente”. Habrían dos tipos de vimanas: los “surymandalas”, que alcanzaban las regiones del sistema solar, y los “nahasatramandalas” que viajaban hacia el Sol.
La colección Drona Parva habla de un conflicto –aparentemente atómico– que habría sucedido alrededor del 12.000 a.C. Describe un “enorme proyectil llameante, quemando con fuego sin humareda, haciendo arder los bosques y matando millares de individuos”. Describe también el “arma de Agneya”: “Arremetiendo con dilacerantismo, ella arrastraba atrás de sí, en su corrida, un resplandor cegante”.
En el Mahabharata (La Gran India), un épico más voluminoso que la Biblia, escrito aproximadamente en el 3.000 a.C., hay imágenes muy claras de batallas fantásticas: “Bhima voló con su vimana en un rayo inmenso, que tenía el resplandor de un arma que podía matar a todos los guerreros que usasen metal en el cuerpo: La arma causaba el efecto de hacer caer los cabellos y las uñas de las manos y de los pies, y todo lo que era vivo se tornaba pálido y flaco”. Algo muy parecido sucedió a los habitantes de las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki, en agosto de 1945.
En el octavo libro del Mahabharata, se cuenta que el personaje Gurkha, a bordo de un poderoso vimana, arrojó un único proyectil sobre la “ciudad triple”. De ella se elevó una fumata blanca, incandescente, diez mil veces mas clara que el Sol. La fumarada se levantó con brillo inmenso y redujo la ciudad a cenizas:
“Era como si hubiesen sido soltados los elementos. El Sol giraba en círculo. Quemado por la incandescencia del arma, el mundo vacilaba de fiebre. Elefantes atormentados por el calor, corrían locos de aquí para allá, procurando protección contra el terrible ataque. El agua hervía, los animales morían. El enemigo era segado, y la furia del fuego hacía con los árboles, como en los incendios de los bosques, caerse en hileras. Los elefantes rugían pavorosamente y caían muertos al suelo, por toda una vasta área. Los caballos y los carros de combate se quemaban y todo parecía como después de un incendio. Millares de carros fueron destruidos. Después, un silencio profundo descendió sobre el mar. Los vientos comenzaron a soplar y la tierra aclaró. Se ofreció la vista de un cuadro horripilante. Los cadáveres de los tumbados habían sido mutilados por el horroroso calor, no pareciendo más gente. Nunca antes habíamos hablado de tal arma.”
En otro párrafo del Mahabharata (parte de Viaje de Arjuna para el Cielo de Indra), las visiones pavorosas del relato anterior son sustituidas por otras de belleza y gloria:
“Después de la partida de los protectores del mundo, Arjuna, terror de los enemigos, quería que el carro celeste de Indra llegase hasta él. De repente, junto con Matalis, el carro llegó en el brillo de la luz desterrando del aire las tinieblas e iluminando todas las nubes, llenando las tierras con estruendo, como el ruido del trueno. Fue un artefacto mágico del cielo, realmente imponente a los ojos. Él subió en el carro, resplandeciente como el señor del día. Entonces, se fue para arriba con el artefacto mágico, aquel carro celeste parecido al Sol, y fue inmensa la alegría experimentada por el hijo blanco de la estirpe Kuru.”
Tal como un plan de vuelo
El guerrero Arjuna, entonces, “al aproximarse a las regiones invisibles para los mortales que recorrían la tierra, vio carros celestes, maravillosos, a millares. En aquel lugar no brilla el Sol, ni la Luna, no reluce el fuego, mas si en su propio brillo centellea, por la fuerza de hechos nobles, aquello que en la Tierra es visible en la fuerza de las estrellas, las cuales, por causa de la distancia inmensa, parecen como lámparas, no obstante son grandes cuerpos”.
La mayoría de esos relatos dispensa comentarios, pues el lenguaje usado, de modo general, es claramente descriptivo, casi técnico. En ciertos párrafos, no existe el menor trazo de misticismo. Este que pasamos a reproducir fue escrito por Maarshi Baradvaja, un profeta de la era primitiva de la India, y traducido por la Academia Internacional para Pesquisa del Sánscrito, en el Estado de Misore, India.
“...un aparato que se mueve por fuerza interna, como una ave, sobre la tierra, dentro del agua, o en el mar, es denominado ‘vimana’ (...) que es capaz de moverse en el cielo, de un lugar a otro... Es un vimana, así llamado por los sacerdotes de las ciencias. El secreto de la construcción de aparatos voladores que, no se quiebran, no pueden ser partidos, no juntan fuego y no pueden ser interpretados. El secreto de hacer aparatos en vuelo. El secreto de tornar invisibles aparatos en vuelo. El secreto de escuchar ruidos y conversaciones en aparatos enemigos en vuelo. El secreto de fijar imágenes del interior en aparatos enemigos en vuelo. El secreto de determinar la vuelta de aparatos enemigos en vuelo. El secreto de dejar seres sin sentido en aparatos enemigos en vuelo y de destruir los aparatos enemigos en vuelo.”
Según Erich von Däniken (que tradujo este texto para los términos modernos), en otra parte de este relato del profeta Baradvaja, “se da la descripción exacta de 31 piezas principales que componen el aparato. Con precisión idéntica, se da instrucciones para el traje y la alimentación de los pilotos. Además, el texto contiene la especificación de los 16 metales diferentes, necesarios para la construcción del vehículo volador. No en tanto, el mundo actual conoce apenas tres de los metales especificados, quedando sin traducción, hasta ahora, lo demás”.

Veamos ahora un párrafo del libro 24 del Rig Veda:
“Todos cuando parten de este mundo en viaje primero llegan a la Luna... La Luna es el portal de acceso al reino celeste, y quien sabe responder a sus preguntas está libre para proseguir viaje... (Rig Veda. 1° Adhyaya). Venerado sea Vayu, señor del espacio cósmico... Prepara una morada para mí, que soy el señor del sacrificio. Abre el portal del espacio celeste, del espacio cósmico, para que podamos contemplarlo a fin de obtener el dominio del espacio cósmico. Es para allá que queremos ir.”
Es claro que todo eso puede tener apenas un sentido espíritual de liberación de las almas después de la muerte. Mas no se puede ignorar que se parece mucho un plano de vuelo. Y este trecho puede ser leído como un pedido de permisión de trabajo para una escala en la Luna, antes de un viaje al espacio exterior.
Para finalizar, observemos este párrafo del Rig Veda, en que un venerable da la siguiente lección a su discípulo:
“El espacio cósmico es mayor que la incandescencia, pues ambos se encuentran dentro del ámbito cósmico, el Sol y la Luna, como el relámpago, los astros y el fuego. En virtud del espacio cósmico, las personas llaman, ven y responden. En el espacio cósmico experimentan alegría. Nacemos en el espacio cósmico, nacemos para el espacio cósmico. ¡Tu deberás venerar el espacio cósmico! Quien venera el espacio cósmico alcanza reinos espaciales, reinos repletos de espacio luminoso, infinito, para dar pasos largos, y por donde el espacio cósmico se extiende él podrá pasear a voluntad...”

  

No es un texto de Julio Verne, ni de Leonardo Da Vinci. Es un texto que se puede encontrar en el Mahabarata, uno de los textos sánscritos del hinduismo.  
En estos vehículos voladores, extraordinariamente descritos, las personas que se montaban en ellos podían volar hacia los cielos y dirigirse a las estrellas y a mundos lejanos, para luego retornar a la Tierra. Según estos textos, la propulsión se realizaba mediante mercurio, unido a técnicas vibratorias de determinados sonidos capaces de desencadenar poderosas energías y, tal y como se describe en el Vymaanica-Shaastra, los pilotos eran preparados para volar, para obtener imágenes en vuelo a los “carros voladores” enemigos, escuchar sus conversaciones y técnicas capaces de hacer perder el conocimiento a sus pilotos.
Del mismo modo, todos los textos parecen indicar que los antiguos tripulantes de los vimanas eran conocedores de los mecanismos necesarios para poder aprovechar las energías de la naturaleza de determinados “chakras” o puntos neurálgicos del planeta, tales como ríos, valles y montañas. Los sucesos que nos narran los antiguos textos sánscritos tienen como principal protagonista el territorio de la India y zonas limítrofes, aunque en ocasiones las luchas y viajes de los dioses de la mitología hindú escapan incluso de nuestro propio planeta.

Fuerteventura, 24 de Mayo de 2012
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