Comienzo mi andadura en este Blog, con una de las apariciones de la Virgen María, que con el paso del tiempo se ha quedado en el olvido, la Aparición de La Virgen en Ezquioga. En este Blog, quiero hacer un pequeño homenaje a esos Visionarios que acabaron sus días en el Psiquiátrico de Mondragón, para ello he insertado comentarios de Wikipedia e Imágenes de Archivos Propios.
Las apariciones de la
Virgen en Ezquioga tuvieron mucho eco en la época en la que ocurrieron, aunque
con posterioridad se ha tratado de cubrir un tupido velo sobre ellas.
Comenzaron el 30 de junio de 1931 cuando los hermanos Bereciartua vieron por
primera vez a la Virgen. La noticia corrió como la pólvora y millares de
personas comenzaron a acudir en peregrinación a la campa donde se había
aparecido la virgen. Las apariciones se multiplicaron, se dieron las llamadas
visiones místicas, proverbialmente estudiadas por la teología mística, pero
enseguida interpretadas como casos de histerismo, espasmos y pérdidas de
conocimiento propios de un ambiente de enorme fervor religioso. Este esquema
sería el mismo que ya fuera aplicado al caso de Fátima, si bien entonces, y
gracias al apoyo eclesiástico, no prosperó a pesar de la violenta oposición
gubernamental. En este caso, tras unas primeras semanas en las que algunos
sacerdotes dirigían los rezos, fueron obligados a retirarse, excepto en algún
caso no sometido a obediencia diocesana.
Los médicos del
psiquiátrico de Santa Agueda verificaron las siguientes posibilidades, conforme
a la terminología de entonces: Obsesión, alucinación, mitomanía, delirio,
demencia, idiotismo, cretinismo, concluyendo normalidad, y por tanto no
necesidad de internamiento. Sin embargo, una vez acabada la guerra civil,
varios videntes pasarían a condena psiquiátrica de por vida, enviados por el
poder vencedor. Todos los sectores, tanto eclesiásticos como políticos, antes y
después de la guerra, es decir, sectores por completo enfrentados, coincidieron
sin embargo en la "inconveniencia" de Ezkioga.
Los visionarios tuvieron
verdaderos raptos místicos, conforme a los criterios teológicos, pero también
serían objeto de manipulación, siendo deslumbrados fácilmente, como aldeanos
que eran, cuando los trasladaban a los ambientes de la gran sociedad, que los
tomaba como objeto de espectáculo y misticismo trivial.
Las apariciones de
Ezquioga fueron afrontadas por la autoridad eclesiástica con inicial prevención
en tanto se comprobaban las fuentes del fenómeno, y enseguida esa actitud pasó
a la de franca oposición oficial, como es habitual en estos casos, el clero se
mantuvo distante, o bien algunas de sus figuras utilizaron todo el poder de su
erudición, encabezados por el padre Laburu S.J., como de los sectores
republicanos de la sociedad de la época, siendo más activos en la persecución
los primeros que los segundos.
El hispanista católico
irlandés Walter Starkie visitó Ezquioga cuando las apariciones estaban su
momento de máximo auge y dedicó un capítulo entero de su libro Spanish
Raggle-Taggle a los sucesos de Ezquioga. Después de analizar las historias que
le contaron y de ver los hechos que allí ocurrían, concluyó bastante convencido
que grupos derechistas y tradicionalistas estaban utilizando los sucesos de
Ezquioga como herramienta política en su lucha contra la laica Segunda
República Española, que se había proclamado dos meses antes de iniciarse las
apariciones. Algunos de los mensajes que supuestamente había dado la Virgen a
los videntes hablaban de una inminente guerra.
Las autoridades de la
diócesis, con el obispo Mateo Múgica al frente, fueron posicionándose
progresivamente en contra de las apariciones llegando a perseguirlas
activamente y reclamando incluso la intervención del estado para ello. El
motivo aparente de dicha oposición fue que las autoridades eclesiásticas
constataron una falta de evidencia sobrenatural en las apariciones. Otras
causas más terrenales fueron que las autoridades eclesiásticas temieron verse
enredadas en algún tipo de conspiración política y el rechazo que causaba entre
los sectores nacionalistas vascos del clero la orientación política de sesgo
españolista que entendían estaba tomando el movimiento de Ezquioga. En 1933 la
Iglesia prohibió primero la construcción de una basílica que se proyectaba en
Ezquioga y declaró finalmente tras más de dos años del inicio de las
apariciones que están eran falsas. A partir de 1934, debido al rechazo
institucional de la Iglesia el movimiento surgido en torno a Ezquioga fue
languideciendo. Tanto la Iglesia como las autoridades republicanas estaban
interesadas en cortar el movimiento y Ezquioga se convirtió en un lugar muy poco
frecuentado y casi proscrito. Sin embargo, pequeños grupos de creyentes han
mantenido su fe en las apariciones hasta hoy en día. Algunos católicos piensan
que, a pesar de todo, las apariciones fueron auténticas. Consideran importante
el hecho de que estas apariciones se ajustan al esquema histórico de las
apariciones marianas, que suelen incluir advertencias previas de grandes
cataclismos y derramamientos de sangre, como ocurrió en este caso en el que se
anunció una guerra inminente en un plazo de 5 años que se cumpliría a la letra
Guerra Civil Española.
En 2001 Manuel Gutiérrez
Aragón dirigió la película Visionarios basada en los hechos de Ezquioga.
Previamente había sido tema de una novela de igual título de Pío Baroja.
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