El treinta de junio de 1908 los cielos de Europa Oriental, Siberia, Rusia y Escandinavia se iluminaron sin motivo aparente. Los instrumento del observatorio científico de Irkutsk, detectaron una fuerte fluctuación en el campo magnético terrestre, el sismógrafo de Tomsk, en San Petersburgo, registró una leve sacudida sísmica. Poco después el 3 de julio de 1908 el diario New York Times publicó un titular que decía “Aparecen unas luces increíbles en los cielos del norte”
El astrónomo ucraniano don R. Rubtsov, estudió en profundidad el suceso acontecido sobre la taiga siberiana en 1908. Si bien otros han efectuado otros estudios sobre la explosión de ocurrida en la taiga siberiana, este científico efectuó el análisis desde todos los ángulos posibles, sin descartar ninguna hipótesis, incluida la del accidente sufrido por un ingenio volador no identificado.Al término de la Segunda Guerra Mundial, un ingeniero y escritor de ciencia ficción soviético, dedujo que el extraño pasaje fue provocado por la explosión del motor nuclear de una nave espacial a su paso por esta región rusa. ¿En qué se basaba para efectuar tal hipótesis?
Simplemente en las declaraciones realizadas por los diferentes testigos, la mayoría de ellos nómadas siberianos, que aseguraron que un extraño objeto luminoso se precipitaba irremediablemente hacia el suelo, sin embargo momentos antes del impacto, ejecutó un viraje y cambio de dirección, como si tratara de evitar el fatal desenlace, algo contrastado con los análisis de los árboles aplastados por la onda de choque, los cuales se corresponden al impacto de un objeto volador procedente de una dirección este-
suroeste.Sin embargo, y como se menciona, los testimonios de la época hablaban de un rumbo sur o sureste para el objeto, y que éste posteriormente se modificó hasta hacerlo desde el este, algo impropio e imposible de ejecutar por ningún objeto natural terrestre, como una bomba volcánica, o procedente del espacio exterior como un meteorito o un cometa.
En 1958 la Academia de Ciencias Soviética declaró que la explosión se produjo en la atmósfera, y no en el suelo, por tanto no era atribuible al impacto de un meteorito normal. En 1961 se barajó la posibilidad de ser producida por la desintegración de un pedazo de cometa, el cual habría estallado por efecto del enorme calor producido por la fricción con la atmósfera. En el año 1975 no se encontraron trazas de radiactividad en la zona, pero se recordó que habían pasado casi setenta años desde el suceso, lo que consecuentemente podrían haber derivado en un descenso de esos valores.
Todas las expediciones que llegaron al lugar de los hechos, determinaron que no pudieron encontrar ningún cráter ni rastro o residuo correspondiente a aerolito alguno, sólo árboles calcinados desde la copa hacia el suelo, algunos de los cuales tenían sus troncos del mismo diámetro que un lapicero. Fue comparado con un “bosque de postes de telégrafo”.
Fuerteventura, 05 de Septiembre 2015
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